
Con los servicios de inteligencia norteamericanos no se juega, y quien lo hace termina quemándose. Es una ley no escrita, pero a juzgar por los los acontecimientos de los últimos años, algunos muy recientes, resulta muy sencillo leer entre líneas.
Mientras Edward Snowden busca estos días un rincón del mundo donde caerse muerto después de haber filtrado la información que refrenda el espionaje masivo de Estados Unidos y Julian Assange permanece refugiado en la embajada londinense de Ecuador, atrás quedan otras historias personales, con argumentos similares y finales más dramáticos.
Como el caso de Aaron Swartz, el joven hacktivista que
se suicidó a principios de este año después de haber sido detenido por
publicar documentos secretos del MIT y de la Corte Federal de los
Estados Unidos. O el del periodista Barrett Brown, habitual colaborador de The Guardian y Vanity Fair, cuyo caso va camino de convertirse en una agonía similar a la que está viviendo el soldado Bradley Manning, responsable de la mayor filtración de la historia de Estados Unidos.
Aunque el periodista nunca había escondido sus afinidades ideológicas en lo que se refiere a su apoyo a los fines de Anonymous,
la particularidad de su caso reside en que fue detenido por el
ejercicio de su profesión, cuando investigaba a la empresa privada de
espionaje Stratfor, cuyos correos electrónicos -un volumen de más de 5 millones- habían sido pirateados por Anonymous.
Un 'link' fatal
El contenido de los correos electrónicos de Stratfor, publicados a posteriori por Wiklileaks, permitió a la opinión pública conocer las polémicas connivencias entre los servicios de inteligencia y las compañías de seguridad privadas. En la voluminosa correspondencia se hablaba de todo tipo de cuestiones fuera de la ley, desde conspiraciones entre naciones hasta la preparación de secuestros como el de Abdekbaset al-Megrahi, fallecido el año pasado.
Estados Unidos le tenía ganas a Barrett Brown desde que sacara a la luz la existencia del proyecto Team Themis,
revelando los oscuros vínculos entre las empresas de seguridad privadas
y el gobierno norteamericano. Entonces, se abrió una investigación por
mandato demócrata, pero la puntilla para Brown llegaría en 2012, cuando
se le ocurrió compartir un link público -no generado por él- en la plataforma de información abierta ProjectPM.
Se trataba de una URL que enlazaba directamente con la documentación de Stratfor, extraída por Anonymous de la firma HBGary Federal,
dando acceso no sólo a los correos electrónicos de la compañía, sino
también a la información de todos los clientes de la firma de seguridad,
incluidas tarjetas de crédito.
El 12 de
septiembre de 2012 el FBI procedió a su detención, sin fianza, y Brown
no conoció los cargos hasta el 3 de octubre, cuando un jurado federal le
acusó de delitos de conspiración y amenazas, en este caso a raíz de un vídeo publicado en Youtube donde atacaba verbalmente a un funcionario del FBI.
Más de 300 días confinado
No fue hasta el 14 de diciembre cuando se presentaron contra Brown los cargos -en total, doce- relativos a Stratfor, a los que en enero de este año se sumó uno más, esta vez relacionado con la ocultación de pruebas. En total, pesan sobre él más de 17 cargos distintos, por los que podrían enfrentarse a una pena de 105 años. Curiosamente, el autor confeso del robo de información, Jeremy Hammond, se enfrenta a una pena de 10 años de cárcel.
Mientras desde la plataforma Freebarrettbrown se
organiza su defensa, dirigida por los letrados que han representado a
acusados de Guantánamo, Barrett Brown permanece encerrado desde hace 303
días en una cárcel federal, a la espera de un proceso judicial que
comenzará en septiembre.
La organización Reporteros sin Fronteras ha denunciado en repetidas ocasiones la situación del periodista norteamericano. “Barrett Brown no es un criminal ni tampoco un delincuente. No filtró ningún sistema y no parece tener el conocimiento técnico para hacerlo. Barrett es un periodista de investigación que simplemente cumple su deber profesional investigando un caso de interés público. Amenazar a un periodista con una condena tan larga constituye un verdadero aliciente a la autocensura para todos aquellos que se dedican a investigar”, ha declarado Christophe Deloire, secretario general de la organización.
Fuente: http://www.elconfidencial.com/
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